sábado, 23 de enero de 2016

ENTRE DOS

¡Qué abalanzo… santo Dios!
¡Qué arquiada, qué sacudida!
¡De solo ver la tenida
que la palpito feroz!
Pero es la lucha, entre dos,
y el de arriba -a no dudarlo-
está dispuesto a buscarlo
con el rebenque y la espuela
que anque aura’l al chuzo le duela
mansito habrá de sacarlo.

Por eso el recao completo
le acomodó sobre’l lomo
pa’ dispués, con mucho aplomo,
sentárselé en crioyo reto.
El campo se queda quieto
carculando el entrevero;
de un lao, un mozo campero…,
del otro, la juerza bruta…
¡Y reventó la disputa
que ganará el más entero!

 Se siente latir la tierra
y hasta se borra el paisaje
ante’l choque de coraje
que a lo campero se aferra;
las pierna’el hombre le cierra
al animal ensiyao,
que al sentir en el bocao
las riendas que templa el brazo,
quiere hacerse mil pedazos
antes que ser dominao.

Y ese corcovo violento
que al pingo, adelante eshala,
le quiebra al sombrero el ala
despejando el ojo atento.
Beyaco el potro, ¡sin cuento!
Jinete el hombre, ¡sin duda!
Y en la lucha peliaguda
que’n duros trazos describo,
la punta ‘el pie, en el estribo,
como una garra se añuda.
  
El chúcaro agranda el ojo
como pa’ ispiar lo que viene,
y el brazo, en alto sostiene
el rebenque, en son de arrojo.
Naide es más ni naide es flojo,
que’s cada cual muy capaz…
el bagualón, un quizás
por áhi… en un bote gana…
Mas yo opino y sin macana
¡qué voy al hombre, nomás…!
                                                            (20/07/1990)


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