Al cumplirse 21 años de la
desaparición física de mi padre
Bajo
del tala un gatiao
quedó
esperando lo ensiyen
pa’
que’n él las pilchas briyen
defilando
en el poblao…
porque
su patrón, cansao,
se
durmió en un ridepente,
despejada,
alta la frente,
tranquilo
y también seguro
que
pa’ un viaje sin apuro
arrancaba
lentamente.
Acá
quedaban sus cosas,
su
pilchaje, sus enseres,
su
decir, sus pareceres
…y
sus curas milagrosas;
(gusaneras
pegajosas
cáiban
como por encanto
después
de nombrar un santo
murmurando
una oración;
creer
o no creer es cuestión
pero
lo vi, y no me’spanto).
Anda
un verso que se cuela
por
la tardecita quieta
junto
a un tún-tún de mazeta
en
soba de antigua escuela;
¡si
un gruñido centinela
parece
que da “El Pucheto”
que’n
un potrero ‘secreto’
trota
y relincha algún pingo
y
se me hace lo distingo
al
“Yamador”, muy inquieto!
Donde
ha vivido el paisano
parece
que persistiera
su
presencia, y se sintiera
su
tranco en el patio yano;
parece
que anda su mano
con
un puñao de carqueja,
que’ra
su costumbre añeja
echarle
al agua’e la pava
siempre,
algún yuyo que hayaba
con
virtú, su cencia vieja.
Muchos
años han pasao
de
lo que al principio dije
y
hoy esa ausencia me’sije
la
evocación de un versiao.
Si
alguna deuda ha quedao
y
es tarja en el cuerpo mío
por
esta güeya, confío,
qu’he
de saldarla algún día
mientras
“esa” estreya es guía
y
alumbra el rumbo que ansío.
“Quedó
esperando un gatiao…”
Un
9 de Julio, jué,
lo
dijo “Coco”, y bien sé
que
se quedó ensemismao;
y
anque los año’han pasao
uno
a uno y sin alarde,
un
ricuerdo sin emparde
éste,
mi verso, desata:
aquel
crioyo era mi tata
y
en mi pecho es brasa que arde.
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