Viejo
poncho ranquelino
que
Liborio conservaba
diciendo
qu’él heredaba
la
prienda de su padrino;
y
que a este a la vez le vino
como
una herencia también,
de
un indio que con Pincén
a
la isla yevó sus güesos
en
condiciones de presos
por
orden de no sé quién.
Tenía
un tajo zurcido
a
una cuarta de la boca
justito
ande’l pecho toca
…un
malambo de latidos,
y
aunque’so pudo haber sido
herida
de sable o… rama,
Liborio
pintaba un drama
que
a uno hacía estremecer
…y
apenas dejaba ver
la
herida que había en la trama.
De
vivir, bandea los cien
ya
que ayá por el sesenta
Liborio
tenía setenta
…y
un poquito más también.
“-Por el año cuatro, el tren
hasta estos pagos yegaba
-decía
Liborio- yo estaba
y cuando estuvo a la vista
de a cabayo, al maquinista
con mi poncho saludaba”.
Una
güelta en un boliche
ande
había naipe y taba
y
al tirador lo volcaba
del
más platudo al más piche,
un
tal Floro Margariche
muy
rico en campos y avíos
le
ofertó plata en hastío
por
el poncho, y él…lo apaga:
“¡Su mucha plata no paga
ni un fleco del poncho mío!”
Siempre’l
poncho le servía
de’scusa
pa’ una conversa
y
la historia más dispersa
en
su boca, se ceñía;
quién
sabe, lo que decía
pueden
ponerlo en cuestión,
mas
ricuerdo la espresión
cuando
dijo, que a su ver
por
el poncho iba’a golver
el
indio, alguna ucasión.
Cuando
el alcohol de algún vino
le
subía a la cabeza
él,
arroyaba en la mesa
a
su poncho ranquelino,
pero
muy zorro y ladino
siempre
tuvo un fleco atao
ande
un dedo hecho candao
ante
un tirón lo avispaba
y
muy suelto preguntaba:
“-¿…otro vino me ha pagao…?”
“-Yo no duermo -repetía-
siempre estoy
como dispierto,
mi ojo cerrao…
está abierto
disconfiando que
se hacía.
Si viene la
parca un día
(porque’ya
siempre trabaja)
y haga ceñir con
su faja
mi pobre montón de
mis güeso’,
pido entonces
de’sprofeso
¡que sea el poncho
mi mortaja!
Versos de Miguel
Maj y Carlos Raúl Risso
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